Los activistas pro palestinos fueron recibidos en forma adecuada

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Bernardo Ptasevich    Aurora

Quiero imaginar por un momento una delegación pro israelí visitando lugares hostiles a los judíos con el fin de protestar, por ejemplo contra el lanzamiento de misiles a la población civil. Se me ocurre que un centenar de personas del mundo vinculadas de alguna forma a la defensa de Israel deciden llegar en el mismo día al mismo lugar para sumarse a protestas a favor de los judíos y su tierra. Supongamos que llegan a Siria, Irán, Egipto, los territorios palestinos o la Franja de Gaza.

Puede ser que emulando a Netaniahu sus gobernantes los reciban con una carta que diga algo así como “porque no van a Israel a protestar sobre los asentamientos, aunque no creo que la bienvenida sea tan civilizada ni diplomática. A esta altura de mis pensamientos estoy empezando a preocuparme, ya que si una visita como esta se hiciera realidad los integrantes del grupo la pasarían realmente mal. No creo que en varias horas de recibimiento ocurra algún incidente violento aislado.
Más bien me atrevo a pensar en algún linchamiento, en un desborde total de cualquier autoridad u orden que pudiésemos suponer y a temer por la vida de quienes hayan osado a semejante aventura. De seguro irían presos, no en espera de su deportación inmediata sino a la espera de los malos tratos asegurados y de posibles torturas.
Quizás serían sindicados como espías del Mossad y condenados por cualquier autoridad (con o sin autoridad) a ser linchados en una plaza pública, apedreados o fusilados, por supuesto sin ningún tipo de pruebas ya que no se harían necesarias. Se me ocurre que uno de los participantes pintara en las paredes de instalaciones oficiales de cualquiera de esos países o territorios algún signo ofensivo contra sus creencias o algo que realmente los ofenda. El que se haya atrevido a algo así seguramente no llegaría a juicio injusto alguno, es más no llegaría ni a un sitio donde ser detenido.
Para que se entienda mejor, hablo de algo similar a la cruz esvástica aparecida en las paredes de instalaciones del Aeropuerto Ben Gurión, con autoría de un amistoso visitante pro palestino que simplemente recibió como castigo regresar a su país de origen en forma inmediata. En definitiva, una provocación de un grupo pro israelí a cualquier sitio anti israelí sería un caos total lleno de violencia y casi con seguridad de muertes sin necesidad de explicaciones.
Ninguna de las tantas Organizaciones de Derechos Humanos pondría el grito en el cielo ya que los afectados no serían ciudadanos de este mundo sino judíos, israelíes o personas que simpaticen con ellos y con su causa. Sucede que estas organizaciones están impregnadas de política y de intereses espurios que desvirtúan totalmente los fines que deberían tener. Ante todo tienen una falta de objetividad y de imparcialidad que es imprescindible para defender ese tipo de derechos. Tienen además una selectividad sobre los afectados según su raza, color, religión, nacionalidad o la afinidad con sus propias ideas, lo que las descalifica en forma absoluta.

La “flotilla” fue recibida con cautela
Esta vez Israel capitalizó la mala experiencia de los enfrentamientos con las flotillas navales que intentaron romper el bloqueo a Gaza. Enterados de los planes de los activistas que querían llegar masivamente al país para protestar y participar de actos antiisraelíes, pusieron en marcha varias estrategias que comenzaron por vía diplomática. Fue así que lograron detener a muchísimos viajeros antes de abordar los aviones.
También pudieron confeccionar listados individualizando a gran parte de los integrantes y allegados de la organización, lo que les permitió reconocerlos en los controles migratorios. Las fuerzas israelíes también estuvieron
en los sitios donde podía haber algún desborde. Contrariamente al cuento de mi imaginación, estos activistas no fueron recibidos a pedradas, no fueron amenazados de muerte, no fueron atacados masiva ni organizadamente. Por supuesto que se tomaron todas las medidas posibles, se deportaron muchos de ellos en forma inmediata y otros fueron detenidos a la espera de enviarlos de regreso a casa. No digo que esto sea agradable, ¿pero qué esperaban los visitantes? ¿Una gran recepción de bienvenida, una orquesta tocando y un desfile militar en su honor? ¿O un gran banquete donde se les diera la palabra en un estrado y se invitara a la prensa internacional para que disfrute del Show?
Solo faltaría un cartel que dijera “Bienvenidos a Palestina” y así el mundo estaría contento por el cambio de posición Israelí frente a las agresiones. Pero no caben las ingenuidades y lo que recibieron fue lo mínimo necesario e imprescindible para que sus provocaciones y ofensas no puedan desarrollarse con total impunidad. El manejo de la policía fue absolutamente cuidado. No se repitieron los episodios inesperados o esperados y mal evaluados producidos en ocasión de las flotillas navales.

Un soldado es también una persona
Me gustaría saber cuántos de nosotros podríamos tolerar mansamente y sin reaccionar todo tipo de insultos, empellones o escupidas. Si el teniente coronel Shalom Eisner reaccionó instintivamente (de una forma que seguramente en frío no es nada correcta) debería ser tan censurable como comprensible. El video que recorre el mundo mostrando su rifle golpeando al activista dinamarqués debería verse en forma completa para poder evaluarlo. La foto del momento del golpe que aparece en la prensa está aislada y fuera de contexto.
Seguramente Eisner no se acercó al activista que paseaba por el parque en bicicleta y lo agredió por su condición de rubio, de dinamarqués, o incluso de activista. Podríamos asegurar que no se trata de un acto premeditado, preparado y ejecutado para causar lesiones o daño por odio, racismo o pensamientos anti palestinos. El hecho ocurrió y seguramente el soldado va a ser sancionado. La ley en Israel no tiene privilegios y hay que hacerse cargo de lo que se hace.
El ejército y el propio gobierno querrán mostrar al mundo que estos métodos no son parte de la política ni la forma de actuar de Israel frente a los acontecimientos. La forma de hacerlo será mediante un castigo que aún no se conoce.
Volviendo a mi relato inicial, si algo así pasara en territorios administrados por Hamás, Hezbollah o incluso algunos mucho más formales y oficiales, el soldado sería ascendido de cargo, premiado y se le harían homenajes adornados de manifestaciones, o sea que sería un ídolo. Creo que los israelíes estamos apenados, pero no vanagloriamos por ninguna agresión.
Estamos tristes por la situación del oficial, por el momento que le tocó vivir, por la forma en que lo resolvió (hay que estar en sus zapatos) y que le traerá un cambio no deseado en su vida y su profesión.
En todo caso todos somos algo responsables por enviar a los soldados a esta tarea que alguien tiene que hacer. Como dijo el general retirado Tzvi Fogel al diario Yediot Aharonot: “Los comandantes son seres humanos y a veces cometen errores, ellos no son robots. Nos enseñaron a defender las fronteras, a desbaratar el terrorismo y matar terroristas. Nos enseñaron la guerra y no como manejar escupidas en la cara de los manifestantes. Eisner sabe cómo conducir un cuerpo de batallón blindado a la guerra, no dispersar una protesta”. Hay que estar atentos, esta no será la última visita que recibiremos.