Una premisa que no es aceptable
Autor: Bernardo Ptasevich
Si la suerte de nuestro país realmente dependiera de un solo hombre, que mal te veo, querido Israel. Qué poco nos queremos, qué mal concepto tenemos de nosotros mismos, qué dependencia hemos inventado. Nos quieren hacer creer que el único hombre capacitado es Bibi Netanyahu, que nadie más tiene condiciones, ni conocimientos, ni sería capaz de dirigir esta difícil empresa. Recibimos mensajes directos y subliminales asegurando que otro gobierno regalará el país a los árabes, que no nos defenderá de los enemigos. La culpa de esto la tiene en parte la propia oposición que debe decir claramente a los electores que harán con los temas referentes a la seguridad y cual es su posición referente a los conflictos internacionales que tenemos. El problema de la seguridad es prioritario pero no son menos importantes los temas sociales y económicos. La situación que viven hoy muchísimos israelíes es algo insólito en un país donde hay tantos inventos, tanta tecnología, tanta capacidad y posibilidades. Se trata de prioridades y para este gobierno la población no ha sido una de ellas. Incluso en el tema de seguridad las cosas no están claras. Hemos entrado en guerras y salido sin cumplir todos los objetivos, decisiones del gobierno que cedió a las presiones internacionales. Como si fuera poco, nuestra relación con el principal aliado peligra por la soberbia de nuestro Primer Ministro que toma preferencias por un partido de los Estados Unidos en lugar de manejar los asuntos de país a país. Nunca debemos olvidar que los dirigentes pasan y las instituciones quedan, y eso vale para los dos países.
Votar por convicción y no por lealtad
Las elecciones fueron ganadas por Tzipi Livni, quien luego no formó gobierno, algo que desde sus detractores se promociona como un defecto. Sin embargo yo la admiro por eso, por no haberlo hecho a cualquier precio, por no entregarse a las presiones y los pedidos de compensaciones. Cuando vemos la adoración que tiene el Primer Ministro por su cargo y su poder, la actitud de Tzipi habla de grandeza y no de incapacidad. Aún no decidí mi voto. Solamente sé a quien no voy a votar y porque no lo voy a hacer. Creo que cada uno de nosotros tiene que hacer un análisis de lo que pasa en el país y tomar su propia decisión por convicción y no por lealtad. Ser leal a una causa, a tus ideales o a tu país debe ser muy apreciado. Pero no entiendo eso de tener que ser leal a una organización política que en todo caso es circunstancial. Aun cuando tenga muchos años de existencia no le corresponde el papel de ser adorado y venerado. Un partido es el contenedor en el que se puede reunir voluntades, proyectos e ideas para competir por el poder que permita llevarlas a la práctica. Nadie debería ser dueño de un partido y nadie debe tampoco tener lealtad a una organización partidaria en lugar de juzgar si sus dirigentes cumplen o por lo menos quieren hacer las cosas bien. Pasa lo mismo con el encasillamiento de los dirigentes como de izquierda o de derecha. Al parecer alguien tildado de derechista no puede hacer nada bien para los ojos de un izquierdista y viceversa. Mi visión es que hay que ser pragmáticos en el sentido de que lo que importa es lo que se propone, lo que se hace, y los resultados que se obtienen a favor del país y de la gente. No me canso de decir que un país no es solo un pedazo de tierra y más aún si se trata de Israel, el único país en que los judíos no deben temer por ser judíos. Un país es un territorio, su gobierno y sobre todo sus habitantes a quienes debe ir dirigido el beneficio del esfuerzo global y el progreso.
Lealtad a las ideas, los sentimientos, los pensamientos
Lo mejor que un ser humano puede brindar a los demás es ser leal con sus ideas y sus posturas frente a los diferentes temas de la vida, no solo en política, también en lo familiar, en lo social, en lo personal. Creer que un partido es como un dios es por lo menos un gran error. ¿Qué hace un dirigente cuyo partido no cumple con lo que promete sino que hace todo lo contrario? ¿Debe quedarse y convalidarlo? ¿O debe buscar nuevos espacios en los que pueda pelear por lo que cree que es mejor?
Días pasados el Primer Ministro de Israel se ha dedicado a denostar a quienes poco antes formaban parte de su coalición de gobierno. Esos que el despidió cuando vio que de todas formas se iban a ir. Su ego no le permitiría tal desplante que lo iba a dejar sin la mayoría que necesitaba para gobernar. El debía manejar la situación y llamar a elecciones antes que fuese tarde. Bibi Netanyahu está acostumbrado a hacer lo que él quiere y sólo incluyó a otros dirigentes para sumar esa mayoría que le permitió formar gobierno. Luego no cumplió con ninguno de los compromisos que asumió al formar la coalición, haciendo fracasar sus propuestas y dedicándose a desgastar a sus futuros enemigos políticos.
Votar en las próximas elecciones
Últimamente los más votados no siempre son gobierno porque el sistema electoral permite esas alianzas que se constituyen casi en fraudes a la opinión del ciudadano. Sin embargo, el pueblo solo tiene oportunidad de expresarse cuando hay elecciones, solamente en las urnas. El resto del tiempo se supone que los elegidos deberían hacer lo que prometieron en sus discursos para conseguir los votos o en su defecto lo que se acordó con los socios de la coalición formada cuyos votantes representan a la mayoría.
Mucha gente vota por el partido de siempre, solo «porque somos de ese cuadro» como si de fútbol se tratara. Me parece mucho más sensato analizar qué es lo que se hizo bien y lo que se hizo mal, qué es lo que dicen que harán, quienes lo harán y como lo llevaran a cabo. Es importante ver si han cumplido anteriormente con sus promesas o si han faltado a su palabra sin un motivo de interés general. Al fin y al cabo lo que está en juego es tu propia forma de vida, la de tu familia, las posibilidades para tus hijos, el futuro. Las campañas electorales en Israel carecen de suficiente discusión previa sobre los diferentes temas, no hay propuestas ni tampoco debate. El que está arriba en las encuestas tiene miedo de debatir porque puede perder votos. Los que están fuera del gobierno no tienen la difusión que posee quien usa la influencia en su favor. Debemos tener la responsabilidad de informarnos para poder decidir lo que mejor nos parezca. El desinterés de los ciudadanos anula luego el derecho a protestar o exigir cumplimiento. Si no se participa hay que aceptar lo que venga a envase cerrado.