HOY ES EL PRIMER DIA DEL RESTO DE MI VIDA

0
3478

REFLEXIONES PARA LOS QUE PASAN LOS 60

Autor: Bernardo Ptasevich

Cuánto tiempo tenemos para hacer lo que queremos?

Como encarar el tiempo que viene? Cuánto tiempo nos queda? La lucha entre lo que queremos hacer y lo que podremos hacer. Llegamos a los 60. Unos con muchos de nuestros sueños realizados, otros con una gran deuda pendiente de cosas que quisimos hacer y no pudimos. Un momento difícil y especial en nuestras vidas donde debemos decidir qué vamos a hacer con ella a partir de ahora dependiendo de parámetros que no están definidos, como saber cuanto tiempo nos queda para realizar esas cosas, con cuanta salud podremos contar, cuál será la cantidad de fuerza que dispondremos para llevarlos a cabo, como responderá nuestra memoria, nuestra mente y nuestros sentidos. Tenemos amigos que se han ido, aun antes de los 60, tenemos otros que pisan gallardamente los 80 y hasta los 90, con diferente suerte y diferentes situaciones. Aun en estos casos está claro que nada es igual, que dependemos más del entorno, ese que hemos creado por décadas y que responderá o no a la forma en que lo hemos imaginado. Puede haber una gran diferencia entre lo que queremos hacer y lo que podremos hacer. Por ello, es bueno poder parar la pelota por un instante y pensar en la próxima jugada, sabiendo que no podrá ser igual a la que hicimos cuando teníamos 20 años menos. Es difícil aceptar esa situación, es difícil aceptar ese quiero pero no puedo, es difícil seguir integrado en forma total a un mundo que se presenta cambiante a cada momento, a una tecnología que se nos hace cada vez más esquiva aunque nos ayuda (si podemos utilizarla en parte) a no quedar tan separados de la realidad de los demás.

La vida es linda a los 30 y también a los 60

Cada caso es un mundo, no somos todos iguales, no pensamos igual, no estamos físicamente iguales ni tampoco mentalmente iguales. Querer vivir como a los 30 puede resultar atractivo pero también puede ser un error muy grande ya que estamos sobreexigiendo todo el resto de nosotros, como un auto que todavía tiene motor suficiente pero cuya carrocería ha sufrido el paso del tiempo, el desgaste y hasta algunos choques que luego fueron reparados. Sin embargo la vida es linda a los 30 y también después de los 60. Solo hay que aceptar la realidad, cada uno a su manera, no pelear contra lo imposible y disfrutar todo lo que se hace como si fuera el último día, pero también como si fuera el primer día, eso que debimos hacer siempre, también en nuestra juventud.

Aprender a reconocer la felicidad

Una de las cosas que más nos cuesta a los seres humanos es saber reconocer cuando nos pasa algo bueno en la vida y darnos cuenta cuando somos felices, aunque sea en esos instantes especiales que a todos nos toca alguna vez. La vorágine de vivir corriendo detrás de los objetivos y las cosas que queremos lograr, no nos deja espacio a esa reflexión que nos permita disfrutar cuando debemos hacerlo. La vida está compuesta por cosas buenas y cosas malas. Tenemos una tendencia natural a quejarnos de las últimas y a no reconocer las primeras. Ahora, en esta etapa, podamos ser más serenos, detenernos en eso que nunca hemos notado para que empiece a ser importante para nosotros. El conflicto que se siente al pasar los 60 es una realidad para casi todas las personas. Aun siendo el gran optimista, nadie puede creerse un niño, nadie puede pensar que tiene todo el tiempo del mundo por delante, nadie puede soñar a largo plazo salvo en lo que refiere a cosas que se reflejen en sus hijos y en sus nietos. Si tomamos la vida de cada uno como algo suelto, despegado del mundo, de la familia, de los amigos, del país, del ámbito que nos ha tocado en suerte y de los principios que nos guiaron en el camino, seguramente lo que viene no tendrá sentido alguno. Sin embargo la mayoría de nosotros estamos dejando un rastro, una estela que seguramente no podrá ser borrada con facilidad. No importa demasiado si se trata de los que creen que hay algo más allá de la vida o de quien piense que la muerte es el punto final de todo. En ambos casos lo que hemos hecho, lo que hacemos y lo que haremos va a seguir vigente cuando no estemos y vivirá en otras personas en forma permanente como una herencia no material, una herencia cultural, de ideas, de ejemplos, de estímulos, de referencia en cada cosa que nuestros hijos y nietos van a tener que afrontar.Por eso quiero invitarlos y estimularlos a que hagan cosas, tantas cosas como le sea posible a cada uno. Quiero hacerlos pensar sobre lo importante que es cada acción, cada decisión, cada obra que podamos llevar a cabo.

Somos nosotros y nuestras circunstancias

No estamos solos. No es que podamos esperar demasiado de un mundo que en general reconoce poco el valor de las personas mayores, que no utiliza demasiado sus experiencias ni sus enseñanzas, que no aprovecha todo lo bueno y no aprende todo lo malo para no repetirlo, para no volver a sufrir cosas que se pueden prever mirando hacia atrás. No estamos solos, no somos un cuerpo flotando en el medio de la nada, no somos una mente individual que no modifica a los demás y que solo actúa para sí mismo, no somos un alma solitaria, no somos una masa sin sentimientos. Cada cual tiene su entorno, simplemente el que le tocó en suerte o en algunos casos el que ha elegido. Somos capaces de generar en el,  infelicidad o felicidad, tristeza o alegría, esperanza o decepción, cosas negativas o positivas. Si transmitimos cosas positivas, felicidad, alegría y esperanza, eso nos hará sentir muy bien, dará más fuerza y mejor sentido al tiempo que viene. Inyectar maldad, tristeza, infelicidad o decepción, nos regalara un camino muy feo, un tiempo lleno de dificultades y nos quitará el sentido por el cual seguir adelante. Tenemos hijos. Los hemos hecho a nuestra imagen y semejanza aunque luego cada uno haya elegido sus forma de vivir y su camino. Muchos tenemos nietos. Les dejaremos un mundo difícil, lleno de fanáticos y locos por la guerra, lleno de cosas de las que cuidarse. Les tenemos que transmitir cómo manejarse, cómo defenderse, cómo cuidar las cosas que nos pertenecen y que hemos ganado durante generaciones, nuestra forma de vida y nuestras convicciones. Les tenemos que enseñar cuales son las opciones que puedan conducirlos a reconocer la felicidad, darles bases y ejemplos de que se puede ser feliz aun en las difíciles circunstancias actuales y futuras. Puede ser que 60 años sean mucho o sean poco. Todo depende de nosotros. Todo lo que damos vuelve de alguna forma. Sentir que nuestra vida ha sido y es importante aunque sea para algunas personas nos proporciona la satisfacción necesaria para continuar en la misma ruta. No importa donde este el final del camino, ya sabemos que existe ese sitio. Importa que mientras estamos en esa ruta nos manejemos de una forma digna y entreguemos todo lo que hemos aprendido después de tantos kilómetros recorridos.

El futuro es lo único que se puede cambiar